A sólo dos horas de comenzar con la tercera semana de clases puedo decir que me encuentro en un estado de agradable bienestar. Todo parece marchar bien. Y es que el tener mucho tiempo libre por primera vez después de dos años y medio de universidad hace que todo marche sobre ruedas. Por fín hay tiempo para organizar todo. No hay espacios en los que pueda entrometerse el estrés y eso justamente es lo más maravilloso de todo. Tener la tranquilidad y el orden necesario para hacer todos los deberes, divertirme y dormir, sin sentir esa presión asfixiante de antaño, es algo que no tiene precio.
Me encanta sentir que dispongo de tiempo para hacerlo todo. Amo el orden. Incluso ahora me encuentro trabajando en lo que me gusta, que es escribir. A la vez estoy leyendo Misery, de Stephen King. Me sorprende cómo la mente humana es capaz de aferrarse a cada mínimo detalle por la mera sobrevivencia (o tal vez por el simple aburrimiento). Es un libro que recomiendo, totalmente.
Para la víspera de navidad recibí una cámara fotográfica, como regalo de mi padre. Siempre quise tener una que fuera profesional, ya sabes, para poder retratar todo aquello que llamara mi atención. Ahora, cada vez que tengo la posibilidad de seguir el sendero que me lleva hacia algún lugar especial la llevo conmigo. Uno nunca sabe cuando podría aparecer aquello que cautiva y debe ser recordado. Emociones, momentos, segundos y colores. Todo eso y otras cosas guardo en mi tarjeta de memoria.
Sin ninguna duda puedo decir que estoy feliz, aunque no es mucho lo que tengo, pero soy feliz.
Disfruto de las cosas simples que se me presentan en el camino. Estoy mucho más optimista y doy gracias a Dios por ello :)